miércoles, 21 de julio de 2010

La piel del oso

Era se una vez tierra fértil habitada por talentosos campesinos. Felices ellos en su contexto humilde, nunca llegarán a abandonar sus sueños de prosperidad.

Un día, se les presentó un tipo bien hablado, bien vestido, pero de dudosas intenciones, y les cuenta: "No sea usted imbécil. Yo le proporciono escopeta, brújula, chalequillo y demás utensilios para la caza, y usted se va al monte y consigue algún que otro oso. La piel de oso esta muy cotizada. Además, la vida del cazador es placentera. Paseará usted por el monte disfrutando de la naturaleza capitalista. Todo son prados verdes en las primaveras del capital. Cuando las venda, no tendrá problemas para pagarme los utensilios que le fié".

Resultó pues que el monte se lleno de cazadores, y que los osos estaban ivernando. Bien sabían estos señores fiadores que la época de ivernación no andaba lejos, y que, muchos de estos cazadores se verían sin pieles que vender. Por otro lado, si todos vamos a cazar, ¿a quién le vamos a vender las pieles?.

Lo que nunca nos contaron es que si no fuéramos capaces de pagar nuestros enseres de caza, nos encontraríamos obligados a devolver la escopeta y demás utensilios y a trabajar de sol a sol en el campo árido para pagarlos, aunque ya no los tuviéramos.

Conclusión: al final los supuestos cazadores no eran más que campesinos que trabajan, como desde antaño, para pagar a los señores feudales y los diezmos divinos. También resultó, como podía intuirse, que los señores fiadores eran primos hermanos de armeros y tejedores. Y que más que pieles de oso, lo que se pretendía vender eran escopetas y chalequillos.

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